Amazing Thailand

Pongamos que hablo de Bangkok

Por Javier Carrión (Texto y fotos)
 
Bangkok me gusta y me hechiza siempre que mis pies pisan esta macrociudad del sur asiático. Tanto en su cara más chic y moderna en como en la más canalla o informal. Como decía el genial Sabina hablando de Madrid, lo mío es una historia de amor y de odio a una ciudad invivible pero insustituible. Cuando llego a la capital tailandesa siempre tengo la misma impresión en cuanto atravieso las puertas del aeropuerto Suvarnabhumi y salgo al exterior. La sensación extraña y también familiar, porque nunca falla, de reencontrarte con esa sauna al aire libre, donde todos corren para alcanzar esa urbe que te atrapa aunque no lo quieras. Yo siempre me dejo. No importa que el ruido, la contaminación, el loco tráfico te maltraten… Rápidamente consigo olvidar que llevo un reloj en mi muñeca, comprado en una de las pocas tiendas elegantes del Pat Pong, prescindo de mi sentido prusiano de la puntualidad y me dejo llevar por esa atmósfera única, anárquica y multicolor y por el espectáculo humano que puedes descubrir en cualquier rincón de Bangkok. Esa ciudad caótica que, de no serlo, ya no desprendería ese especial encanto que todos acaban captando, aunque sea sudando la gota gorda.
 

Panorámica de Bangkok

Panorámica de Bangkok

 
Hablo de espectáculo humano porque no conozco a nadie que haya viajado a Bangkok o a cualquier otra región de Tailandia y no mencione que lo mejor de este país es su gente. Da igual que los golpes de Estado se sucedan un año sí y otro también, entre rojos y amarillos, que el tsunami más terrible de la historia golpee las vidas de miles de thais o que últimamente el terrorismo más cruel haya castigado uno de los barrios de oficinas más vivos de la capital. Los tailandeses siempre se levantan con su semblante sonriente en el rostro comportándose como el gran paradigma de la amabilidad y, en definitiva, haciéndote sentir como en tu propia casa.
 
Bangkok es, eternamente, puro contraste. Una ciudad cosmopolita y ultramoderna, para muchos la más divertida del planeta, que hechiza a más de doce millones de turistas extranjeros cada año con sus 300 monasterios y templos thais encabezados por el Gran Palacio Imperial, los Wats del Buda reclinado y del Buda Esmeralda o el Templo del Amanecer. Pero también esa gran “ciudad de los ángeles” que se puede disfrutar desde las alturas. Desde casi el cielo, con la ciudad a tus pies. Esa urbe que te seduce al despertarse milagrosamente con la caída del “sunset” proponiendo todo tipo de actividades para pasarlo bien. Un punto de vista muy terrenal para divertirse, comprar, cenar o tomar una copa en un roof top con la música de un dj y, en definitiva, disfrutar de su vida nocturna. La zona más canalla en la ciudad que nunca duerme se encuentra en los callejones populares del Pat Pong, en Silom. Parecen dormidos durante el día, pero al anochecer deslumbran con sus anuncios de neón, bares de go-gós, espectáculos de sexo y, como no, un mercado donde se puede comprar el último bolso de Hermes, Christian Dior o Louis Vuiton, casi siempre en versión pirata, comer una pizza o asistir a un peep-show.
 
Lo más chic se descubre en otros escenarios. En Sirocco, por ejemplo, un clásico ya entre los rascacielos de Bangkok, puedes tomar un gin tonic por unos 10 euros en su barra circular del bar que se proyecta hacia el abismo, pero también cenar eligiendo en una carta muy italiana junto a un balcón rodeado de sofás que se orientan hacia el gran río mientras escuchas música en un ambiente selecto donde lógicamente no se aceptan las zapatillas o las sandalias que dejen al aire los dedos de los pies. El otro mundo, más liviano y más local, lo puedes descubrir bajando en ascensor desde esa planta 63 del complejo The Dome en State Tower que capta a tantos extranjeros y yuppies de la ciudad. Ese descenso vertiginoso te lleva a solo unos metros y un par de manzanas a los locales más sencillos de la ciudad para sorprenderte con el mejor y más barato tour gastronómico de Bangkok. Comida hindú en el Muslim Restaurant con platos de arroz o berenjenas por 3 euros, degustaciones de té -no dejéis de probar el Crysanthemum, el Lu Han Guo y el Lotus root en Pravit Sidhibhlakorn.- por 25 céntimos de euro el vaso, especialidades de pato en Prachak Pet Yang o de cerdo en Khao Kha Mu Trok Sung, con platos suculentos por solo 4 euros.
 
Bangkok Street Food

Bangkok Street Food

 
Atracciones como la de Sirocco puedes encontrarlas en otros muchos puntos de Bangkok. Vertigo Grill & Bar, en la planta 61 del Banyan Tree Hotel, deslumbra por sus vistas de 360 grados, aunque si te decantas por los “trendy bars”, Above Eleven y Scarlett son dos opciones muy seguras. El primero, ubicado en la planta 33 de las Fraiser Suites, con su propuesta de comida fusión Nikkei (japonesa y peruana), que dirige el chef Omar Frank Marvy desde hace casi cinco años, con un plato “estrella”, el ceviche, un entrante de carne de marisco o pescado blanco crudo y marinado en jugo de limón; y el segundo, localizado en el piso 37 del Hotel Pullman Bangkok, propone un brillante juego de luces en su comedor con un mirador acristalado y un balcón al aire libre de 160 metros cuadrados. Yo aconsejo cenar en una buena mesa de la zona exterior del restaurante y si tienes un pelín de morriña puedes combatirla con una buena ración de jamón ibérico español por menos de 20 euros.
 
Scarlett by Pullman G

Scarlett by Pullman G

 
Pero también bajando de los rascacielos, en la superficie, sin el vértigo de las grandes alturas, la noche se puede vivir, incluso, más intensamente. Ahora la última sorpresa de la variada y alucinante oferta nocturna de Bangkok es Maggie´s Choo. Ubicado al final de Silom Road e inspirado en los cabarets de Shanghai de los años 20, se ha convertido en un punto imprescindible de la capital con sus bellas chicas del abanico, distribuidas por el local, y sus originales actuaciones en vivo, sobre todo de música jazz. El club, creado por el popular diseñador Ashley Sutton, se encuentra en los bajos del Novotel Bangkok Fenix Silom y se accede a su interior a través de una pequeña y antigua puerta china de madera que conduce al restaurante y bar, donde los platos cantoneses constituyen su apuesta estrella en un exclusivo entorno vintage típicamente chino.
 
Maggie Choo´s

Maggie Choo´s

 
Bangkok es, como digo, ruido y trajín en su oferta nocturna y en sus mercados, también con su doble cara. Algunos elitistas, caso del Asiatique o de los lujosos almacenes Siam Paragon, con el mayor acuario de Asia para disfrutar entre tiburones si vas acompañado de niños, y otros más mundanos, como el de los mochileros con una oferta de bares y terrazas tentadores, el de las flores para degustar todo tipo de olores o el de Chatuchak, el mercado más grande del mundo con más de 15.000 puestos que te regala una nueva sorpresa con sabor hispano. En este mercado de fin de semana un riojano llamado Fernando Andrés Yusta triunfa por todo lo alto preparando paellas al son de la música de los djs más populares de Tailandia. En Viva 8, así se llama su bar, prepara 14 paellas al día y cada una de ellas es degustada por 55 personas. Todos, clientes y el propio Fernando, participan en un show callejero improvisado cogiendo los ingredientes que tira el chef al aire para lanzarlos de vuelta a la paella. Al final del espectáculo, Fernando acaba como los toreros: a hombros y haciéndose selfies con guiris y thais.
 
Foto: Turismo de Tailandia/ Fernando Yusta y sus paellas

Foto: Turismo de Tailandia/ Fernando Yusta y sus paellas

 
Pero no todo son sorpresas locas, claro… También hay, como no podría ser de otra manera, un puñado de remansos tranquilos y relajantes que hay que degustar con calma y sin stress. La visita a un spa tailandés, por ejemplo, siempre resulta una sublime experiencia porque Bangkok puede presumir de ser la capital del spa en el sudeste asiático. Todos los locales especializados combinan lo mejor de los conocimientos de la medicina tradicional tailandesa y los delicados cuidados de los terapeutas locales. El más clásico, la auténtica escuela del masaje y de medicina tradicional en Tailandia, lo puedes encontrar en el Wat Pho, el templo donde brilla el imponente Buda Reclinado, pero existe una amplia oferta por toda la ciudad, tanto en los mejores hoteles como el Oriental, el Anantara Siam o el Peninsula, como en los spas de día, con el Oasis Spa o el Six Senses Spa Pacific City Club, a la cabeza. Un canto al relax que nada tiene que ver con el bullicioso y quizás ya algo masificado espectáculo del Mercado Flotante de Damnoen Saduak, en la provincia de Ratchaburi, a una hora en coche de la capital. Todos los días, entre las 8 y las 11 de la mañana, cientos de vendedores se concentran con sus barcazas en este antiguo canal que conectaba los ríos Taachin y Maklong en el reinado de Rama IV. Las mujeres, vestidas con amplios sombreros de paja y camisas de algodón, ofrecen a los visitantes todo tipo de frutas, verduras, comidas cocinadas y souvenirs en un escenario lleno de color y tipismo rural. En las orillas de los canales el visitante puede comprar de todo, desde animales exóticos a sedas y objetos de artesanía pasando por copias piratas de productos textiles. Un paraíso para el regateo, que ha encontrado ya un duro rival en otro mercado menos abarrotado de turistas, el Amphawa, muy próximo también al mercado sobre la vía del tren en Mae Klong.

 

Mercado flotante de Damnoen Saduak

Mercado flotante de Damnoen Saduak

 

Oasis Spa Bangkok

Oasis Spa Bangkok

 
También por el agua, pero en este caso la del Chao-Phraya, el inmenso río de los reyes en Bangkok con profundidades que oscilan entre los 25 y los 38 metros, hay otra sugerente manera de pasar una velada a la luz de la luna y a la de los monumentos principales mágicamente iluminados y los hoteles gigantescos de la ciudad. Una cena romántica, entre flores y velas encendidas, puede despertar al más romántico de los humanos en este río que parece otra ciudad flotante con embarcaciones de popa alargada, pequeños transbordadores, lanchas fueraborda, autobuses y taxis fluviales. Allí, en el Oriente más polifacético y seductor, donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir porque el río ya de por sí es igual de espectacular, y donde regresa siempre el que lo ha degustado, fugitivos y leales, pongamos que hablo de Bangkok.

 

Vista del Wat Arun desde Sala Rattanakosin

Vista del Wat Arun desde Sala Rattanakosin